Sobre lo “políticamente incorrecto”

Alberto de Belaunde
3 min readSep 19, 2018

Hace algunos días, critiqué en redes que el excandidato presidencial Alfredo Barnechea llame de forma despectiva “retrasados mentales” a sus rivales políticos. No es la primera vez que hago una crítica de esas características. En el pasado lo hice con Keiko Fujimori cuando equiparó el estar deprimido con ser un perdedor, y con congresistas que usan la palabra autismo como adjetivo para descalificar a políticos que no dialogan. En redes sociales recibí varios comentarios señalando que estaba pecando al ser políticamente correcto y que mostraba excesiva sensibilidad respecto a un uso coloquial de términos en el debate político.

Existe en la actualidad un ensalzamiento de la llamada incorrección política. Por ejemplo, es común leer reseñas de Twitter de usuarios que se definen a si mismos como “políticamente incorrectos”, o escucharla como una característica positiva en periodistas y líderes de opinión.

Pero, ¿qué quiere decir este término?

Lo políticamente correcto (political correctness) es definido por el Oxford Dictionary como el evitar formas de expresión o acción que son percibidas como maneras de excluir, marginar, o insultar a grupos de personas que se encuentran socialmente en desventaja o sufren de discriminación. Por lo tanto, lo políticamente incorrecto implica expresiones o acciones que hacen justamente eso: excluir, marginar o insultar a dichos grupos.

No debe confundirse lo políticamente incorrecto con lo irreverente. La irreverencia se aleja con una dosis de humor de la rigidez de las formas establecidas; puede ofender a quienes están acostumbrados a determinados códigos, pero no hace daño. Por el contrario, lo políticamente incorrecto sí hace daño, pues implica expresiones o acciones que afectan directamente a personas que ya se encuentran en situación de vulnerabilidad. Personas que diariamente tienen que luchar día a día en una sociedad que no los trata igual que al resto, que no los incluye reconociendo y respetando sus diferencias.

¿Cómo creen que se siente una persona con síndrome de Down y su familia cuando escuchan a Alfredo Barnechea? ¿Cómo afecta a alguien que lucha contra la depresión escuchar a Keiko asociar su condición de salud con ser un perdedor? ¿Cómo procesa una persona con autismo escuchar que un político es criticado por supuestamente tener ese trastorno neurológico?

Quienes suelen autodenominarse como “políticamente incorrectos” lo hacen desde una situación de privilegio: No han vivido nunca la problemática de aquellos que tienen que soportar sus comentarios, tampoco saben cómo se sienten ellos cada vez que tienen que aguantar esta “incorrección política”.

Me adelanto a la reacción predecible que generará esta reflexión en algunos y aclaro mi intención: Este no es un llamado a la censura, es un llamado a la empatía. Vamos adelante con la irreverencia, con el humor, con la crítica mordaz. Todas ellas son posibilidades maravillosas que nos brinda la libertad para expresarnos. Pero también pensemos en el otro, en el vulnerable, cuando usemos de manera insensible su condición o realidad para comunicarnos.

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